“No hay atajos” esto se me ocurrió después de la exposición de un alumno cuando habló de su experiencia infantil con los bodegones y cuándo llegó aquí conmigo le puse bodegones y comprendió que no hay atajos.
Para aprender a dibujar primero hay que aprender a mirar y para mirar y trasladar lo visto a un soporte plano, necesito una imagen, un modelo. Por eso es fundamental el manido y denostado bodegón.
El bodegón no es sólo las flores o las frutas dispuestas de forma arbitraria pero con gusto, sino que llamamos bodegón a todo aquello que miramos con detenimiento y analizamos para trasladar a un soporte.
El bodegón es el principal tema objeto que hay que mirar para aprender a dibujar. Aunque lo verdaderamente excelente es el desnudo del natural. Pero ya se sabe que el miedo escénico a este maravilloso tema es espectacular.
Así que, el tema del paisaje, mi adorado tema, sirve para aprender a pintar, no a dibujar. Pero hay que tener en cuenta que en el paisaje existen focos de interés, a los que podemos llamar “bodegones” y ahí sí que volvemos a encontrarnos con el objeto mirado y analizado para aprender a dibujar.
Hay una estrecha relación entre la pintura de paisaje, la naturaleza y nuestra vida cotidiana. La pintura de paisaje es más que la representación de los paisajes naturales, es una interpretación de la misma naturaleza.
Hasta mediados del XVI el paisaje era un acompañamiento de la pintura. Y fue en el XVII donde empieza a adquirir autonomía. La pintura de paisaje era mimesis, copiar e imitar lo que veía a su alrededor, se buscaba el realismo.
El siglo XVIII fue la edad de oro del paisaje (ya nos encontramos con los paisajes naturales y los urbanos): paisaje natural, paisaje acompañado con temas cotidianos y representación de jardines.
Podemos representar lo que vemos, bosques, ríos, diferentes árboles, montañas. O representar a través del paisaje sensaciones o sentimientos.
La idea de paisaje no se encuentra tanto en el objeto que se contempla como en la mirada de quien contempla. NO ES LO QUE ESTÁ DELANTE SINO LO QUE SE VE. Pero para eso hay que adiestrar la mirada, contemplar. La contemplación del paisaje desde el punto de vista artístico debe ser estética. Así, que el paisaje es el resultado de la contemplación que se ejerce sin ningún fin lucrativo o especulativo, sino por el nuevo placer de contemplar.
Es la pintura lo que nos hace a través de sus representaciones entender la características del paisaje originando un género que alcanzará su máxima expresión en el siglo XIX (Desde el Romanticismo hasta el Impresionismo).